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Primer año de gobierno de Milei, ¿gobierno de transición?

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Por Agostina Bussano:

La pandemia marcó un antes y un después no solo en la vida de nosotros sino también en la política. Esto se vio reflejado en las elecciones postpandemia, en la que la mayoría de los oficialismos a nivel mundial han perdido las elecciones. En el año 2021, este deterioro de los partidos oficialistas se vio reflejado con derrotas en países como Ecuador, Perú, Bolivia, República Dominicana, entre otros; Y en el 2023, particularmente, en Argentina, el oficialismo de ese entonces liderado en la lista por Sergio Massa perdió las elecciones ante Javier Milei, un outsider.

Milei logró posicionarse con un partido nuevo como “La libertad avanza” y disputar el poder con partidos tradicionales, lo que puso en debate el fin de los partidos políticos, pero esta polarización que lo llevó a convertirse en presidente convirtió el ámbito de la política en un campo de rivalidades, en un espacio de “ellos” vs “nosotros”, “los argentinos de bien” frente a “los argentinos del mal”.

El “fenómeno Milei” no es algo nuevo, ni distinto a lo que pasa en muchos países, más bien es un reflejo de lo que viene sucediendo en los últimos cincos años. Según una Encuesta de Satisfacción Política y Opinión Pública (ESPOP) de la Universidad de San Andrés, le dio una aprobación del 54% de aprobación, mostrando una suba de la misma. ¿Es posible sostenerlo en el tiempo?

Es probable que la polarización política limite la capacidad de Milei para mantener su actual nivel de apoyo, a menos que explore nuevas estrategias. En general, los gobiernos con liderazgos similares tienden a tener una vida útil limitada, independientemente de su popularidad y eficacia en la gestión.

El primer año de gobierno de Javier Milei plantea interrogantes sobre la sostenibilidad de su liderazgo y las dinámicas políticas que lo han llevado al poder. La polarización anteriormente mencionada, que fue un motor clave en su ascenso, podría convertirse también en su principal desafío. Este estilo de gobernar, basado en un lenguaje divisivo y propuestas disruptivas, a menudo encuentra límites prácticos en la gestión diaria del Estado. La estrategia de Milei para reducir el tamaño del Estado y desregular la economía ha sido recibida con entusiasmo por ciertos sectores, particularmente los votantes jóvenes y de clases altas; sin embargo, estas políticas enfrentan resistencia en áreas como salud, educación y obras públicas, que registran niveles bajos de satisfacción según encuestas recientes. Este último aspecto refleja una paradoja: mientras su narrativa encuentra eco en un sector del electorado, otros sectores observan con preocupación la falta de inversión en áreas clave.

Si bien la aprobación del gobierno ha mostrado incrementos recientes, sostenidos por los primeros resultados de su plan económico, el desgaste podría acelerarse si las mejoras no se perciben en el bolsillo de los ciudadanos más vulnerables. La inflación, el desempleo y la pobreza, identificados como los principales problemas del país, son retos que requerirán respuestas más inclusivas que las promesas iniciales.

El liderazgo de Milei se inscribe en un fenómeno global donde líderes disruptivos canalizan el descontento de la ciudadanía, no obstante, Argentina ofrece particularidades que hacen de este caso un laboratorio político: una sociedad profundamente politizada, crisis económicas recurrentes y una histórica tensión entre liberalismo y populismo. Milei puede haberse beneficiado de la fatiga democrática hacia el bipartidismo tradicional, pero, ¿podrá consolidar su proyecto más allá de la euforia inicial?

El éxito de Milei dependerá de su capacidad para ampliar su base de apoyo y demostrar que su estilo confrontativo puede transformarse en un liderazgo eficaz y sostenible. Si el actual presidente no logra adaptarse a las demandas de una sociedad diversa y compleja, su gobierno corre el riesgo de agotar su capital político tan rápido como lo acumuló.